El bostock es un brioche propio de Francia con una corteza un poco gruesa. Una vez cocido el brioche, se corta en rodajas y se baña en almíbar (aromatizado), se cubre con crema de almendras y se hornea. Dando lugar a un pastelillo con tres texturas: la lateral (la corteza, crujiente y caramelizada), la interior (tierna y muy melosa) y la superior (cremosa). En la parte superior se le pueden colocar láminas de almendra. Hay que destacar que se trata de una delicatessen aromática que puede manipularse a gusto del chef.
Un aroma y textura exquisitos
Lo más interesante del bostock es que se puede aromatizar como se quiera, en el caso de Daniel Álvarez -el chef de la pastelería de Dalua– en vez de utilizar limón (como es más tradicional), utiliza naranja, que junto al Cointreau y las almendras le recuerdan al mundo de bollería que le rodea desde que era pequeño. De hecho, el chef ha explicado que compañeros suyos lo han llegado a aromatizar con corteza de barrica de roble con la que se fabrica el Jack Daniel’s y con Bourbon.
Del aprovechamiento del brioche a la elaboración de una delicatessen
La primera vez que Daniel Álvarez probó un bostock se lo comió entero. Se enamoró. Pero al momento se empachó y ya no quiso más… Hasta al cabo de un rato. Es un brioche adictivo, porque si bien se trata de un pastel contundente, una vez se pone el paladar y se van encontrando las texturas y aromas la sensación es casi de locura. Al principio, en Dalua, el bostock servía para aprovechar los brioches que no se habían vendido en la tienda, se bañaban en almíbar y se vendían al día siguiente. Sin embargo, la aceptación del bollo fue tan grande que la familia Álvarez empezó a producirlos directamente para la venta, pues se trata de una delicatessen para los sentidos.
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