Pensamos en mousse y por lo general pensamos en chocolate. Nos vamos a nuestra infancia y a los postres que tomábamos en la mesa junto a otros niños. Pensamos en el sabor dulce y el toque amargo, pero sobre todo en la textura. En esa consistencia suave que se fundía en la boca porque también era muy ligera y apetecía tomar otro bocado enseguida.
Por este motivo es considerado uno de los postres más elegantes que hay. Y la mousse de chocolate es su versión más conocida.
Historia de la mousse
El primer registro que hay de la mousse es en el recetario Les soupers de la cour del cocinero francés Menon, en 1755. La hacía con nata batida a la que se le añadía clara de huevo y mencionaba tres sabores: chocolate, café y azafrán.
Desde entonces su consumo se ha extendido por buena parte del mundo convirtiéndose en un postre tradicional que cada generación realiza, con la mousse de chocolate como la más conocida de las mousses dulces. No obstante, la de frutas o café tienen bastantes adeptos.
Con el paso de los años y la evolución de la gastronomía, la técnica ha ido variando para conseguir otras consistencias hasta llegar al sifón de espumas, el que, con el empleo de cargas de nitrógeno para insuflar gas en la preparación, ha simplificado el trabajo de lograr esa textura tan característica. Tanto una técnica como la otra, la clásica y la más actual, se deben conocer si se quieren hacer postres bien ejecutados.
El secreto de una buena mousse
A la hora de preparar una mousse clásica de chocolate, y conseguir esa consistencia ligera y con burbujitas, lo principal es batir las claras de huevo hasta llevarlas a punto de nieve. Posteriormente, esto se unirá a la mezcla de las yemas con el azúcar y el cacao que le dará consistencia a la preparación.
Cuando se hacen mousses con otros ingredientes principales como las fresas o el café, se debe añadir elementos que le otorguen la consistencia que confiere el chocolate como la nata, la fécula de maíz o la gelatina. Según la base que se emplee, las proporciones variarán para lograr la textura de mousse.
Hoy en día, las mousses dulces pueden ser de infinitos sabores. Su textura ligera las convierte en un postre ideal para el verano, más todavía si se preparan con ingredientes refrescantes como el limón, el maracuyá o la fresa. Hay versiones de plátano, de tiramisú, de queso o frutos rojos, y tendrán más contenido graso o no si la base se hace con gelatina, nata o claras de huevo.
Se trata de una técnica que puedes aprender en dos de nuestros cursos:
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